martes, 5 de mayo de 2015

Historia y fe rodean las cruces de Cuenca



Desde lo alto, Cuenca tiende a extenderse en forma de una cruz gigante formada por casas, edificios, calles, avenidas llenas de carros y cuatro ríos que cruzan por la ciudad que fue fundada hace 458 años.

Son muchas, están hechas de diferentes materiales, de variados colores, tamaños y cada una fue levantada en distintos lugares y años, pero con un mismo motivo: representar el valor del ser humano para sobrellevar la carga de la existencia, tanto como Jesús lo hizo para sublimar los pecados de la humanidad muriendo en la cruz.

Varias de estas cruces vieron crecer a la Santa Ana de los Ríos de Cuenca, vieron entrar a familias enteras para quedarse, vieron crecer a barrios, morir a sus fieles y también presenciaron la salida de cuencanos que no regresaron, testimoniaron desastres naturales que azotaron a la ciudad y varias cruces también murieron por el olvido.

Primeras Cruces

Según el arqueólogo Napoleón Almeida, la cruz llegó a América cuando los españoles pisaron nuestras tierras conquistándolas con la cruz y la espada en las manos, hace aproximadamente 523 años.

El historiador y escritor Ricardo Márquez Tapia, en su libro Cuenca Colonial, afirma que los conquistadores de América usaban en toda cruzada de civilización la espada unida a la cruz, en símbolo de la sangre aliada a la caridad cristiana.
En la colonia las primeras cruces se levantaron en los extremos de las ciudades, que fueron las entradas y salidas de la urbe y que por lo general estaban compuestos por barrios indígenas.

Según Almeida, la primera cruz que se levantó en Cuenca es la que se encuentra a la salida de la iglesia de Todos Santos, una cruz de piedra que formó la primera gruta católica cristiana construida en la ciudad.

Además, la iglesia de Todos Santos según los escritos que dejó el padre cuencano Julio Matovelle y el quiteño Federico González Suárez, fue la primera capilla de la ciudad y a partir de 1534 se oficiaron las primeras misas de este templo católico.

La cruz que está cubierta por una garita de madera se levantó en este lugar porque desde el barrio Todos Santos comenzó el poblamiento español, y una de las primeras acciones que hacía un poblador de América era construir y levantar una cruz.


Otras cruces 

Posteriormente, entre los siglos XVI y XVIII se registraron evidencias de la existencia de la cruz en el barrio San Sebastián y después en el de San Blas, que fueron barrios indígenas que delimitaban la ciudad y lo que se conoce hoy como El Sagrario fue el centro de Cuenca y el lugar donde vivían los nobles de la ciudad.

La cruz de San Sebastián que indicaba la salida al oeste de la ciudad, está levantada al costado derecho del atrio de la iglesia del barrio que lleva el mismo nombre. La primera cruz que se levantó en este lugar fue construida entre los siglos XVI y XVII y fue destruida por un tanquero que se accidentó contra el principal símbolo de los católicos, pero posteriormente en el año 1987 se erigió una cruz de mármol en reemplazo de la primera.

Al otro extremo, en la parte oriental se encuentra la cruz de San Blas que está pegada a la pared de la Casa de la Provincia, que antiguamente fue el convento del Buen Pastor, una escuela para niñas y durante 34 años la cárcel de mujeres.
Al frente de la cruz de San Blas, está la iglesia que lleva el mismo nombre y que también fue construida en forma de una cruz latina que está formada por tres naves principales y otras dos secundarias que corresponden al brazo horizontal de la cruz.

Emblemáticas

En 1888 se construye a orillas del Tomebamba y mirando hacia el Ejido la cruz del Calvario, mejor conocida como la cruz de El Vado, que en la época de la colonia fue levantada como una de los tres pedestales de la justicia, conocidos antiguamente como los Rollos.

Según Ricardo Márquez Tapia, el lunes santo 12 de abril de 1557, se funda la ciudad de Cuenca con una acción solemne en el parque Calderón, en donde se alzaron los pedestales de la justicia, la bandera de España y la Cruz en símbolo del trono del Salvador Jesucristo.

En 1888 se construye a orillas del Tomebamba y mirando hacia el Ejido la cruz del Vado


Posteriormente, los Rollos fueron trasladados al Vecino, San Sebastián y a orillas del Tomebamba, donde antiguamente se ajusticiaban a los criminales que eran castigados frente a la cruz, como símbolo de la salvación de su alma.

Así la cruz del Vado no sólo presenció las crecientes del río Tomebamba, la destrucción de puentes, casas, sino la muerte de varias personas que agonizaron frente a la cruz y que fueron arrastradas por la furia del río que divide a la ciudad.

Olvido

Tras la puerta de la casa parroquial de San Alfonso, está una pequeña cruz que fue construida en el año 1716 en la hacienda de los padres agustinos en la parroquia de Tarqui y que fue denominada como la cruz del humilladero.

“Los pecadores públicos se arrodillaban a esta cruz que estaba en la entrada de la capilla, pedían perdón, hacían penitencias, se arrepentían y luego ingresaban a la capilla”, dice el vicario parroquial de San Alfonso, Manuel Rivera, quien además asegura que esta es una de las cruces más antiguas y olvidadas de la ciudad que reposa desde la década de los 70 en la casa parroquial.
La cruz del humilladero construida en el año 1716 

Como la Cruz del humilladero hay otras más que se levantan por toda la ciudad, en las esquinas de las casas, en las cimas de las montañas, en las riberas de los ríos e incluso varias cuelgan en los  pechos de hombres y mujeres que ven en la cruz un elemento para la salvación.


Huasipichanas

Pero no todo lo que gira alrededor de la cruz es sinónimo de tristeza, ni arrepentimiento o esperanza, la cruz también es símbolo de alegría y aglomeramiento, fiesta, música y baile.

Alrededor de las cruces se agradecía todos los favores concedidos con una serie de juegos típicos como el palo encebado, los ensacados, las ollas encantadas, los carros de madera, la limpia de la casa nueva…

Es que la puesta de la cruz en la casa nueva, para que al diablo ni se le ocurra entrar, ameritaba una buena huasipichana que ponía a bailar y tomar a los dueños, invitados y compadres que desde el techo de la casa lanzaban los capillos a los invitados que desesperados aparaban las monedas.

En algunos barrios como en el Vado, estas tradiciones se mantienen porque como dice el vadeño Manuel Barrera, a la patrona del barrio siempre hay que venerarla con alegría para que cuide a los fieles.

Pero estas tradiciones se reemplazan por otras, se olvidan con el tiempo, como se olvidan las cruces que forman parte de nuestra historia.

La puesta de la cruz en las casas nuevas se realizaban con la tradicional Huasipichana, donde no faltaba la música, el trago y los capillos


Especial para Diario El Tiempo

Fotos de Franklin Minchala

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