Historia y fe rodean las cruces de
Cuenca
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Desde lo alto, Cuenca tiende a
extenderse en forma de una cruz gigante formada por casas, edificios, calles,
avenidas llenas de carros y cuatro ríos que cruzan por la ciudad que fue
fundada hace 458 años.
Son muchas, están hechas de diferentes
materiales, de variados colores, tamaños y cada una fue levantada en distintos
lugares y años, pero con un mismo motivo: representar el valor del ser humano
para sobrellevar la carga de la existencia, tanto como Jesús lo hizo para
sublimar los pecados de la humanidad muriendo en la cruz.
Varias de estas cruces vieron crecer
a la Santa Ana de los Ríos de Cuenca, vieron entrar a familias enteras para
quedarse, vieron crecer a barrios, morir a sus fieles y también presenciaron la
salida de cuencanos que no regresaron, testimoniaron desastres naturales que
azotaron a la ciudad y varias cruces también murieron por el olvido.
Primeras
Cruces
Según el arqueólogo Napoleón Almeida,
la cruz llegó a América cuando los españoles pisaron nuestras tierras
conquistándolas con la cruz y la espada en las manos, hace aproximadamente 523
años.
El historiador y escritor Ricardo
Márquez Tapia, en su libro Cuenca Colonial, afirma que los conquistadores de
América usaban en toda cruzada de civilización la espada unida a la cruz, en
símbolo de la sangre aliada a la caridad cristiana.
En la colonia las primeras cruces se
levantaron en los extremos de las ciudades, que fueron las entradas y salidas
de la urbe y que por lo general estaban compuestos por barrios indígenas.
Según Almeida, la primera cruz que se
levantó en Cuenca es la que se encuentra a la salida de la iglesia de Todos
Santos, una cruz de piedra que formó la primera gruta católica cristiana
construida en la ciudad.
Además, la iglesia de Todos Santos
según los escritos que dejó el padre cuencano Julio Matovelle y el quiteño
Federico González Suárez, fue la primera capilla de la ciudad y a partir de
1534 se oficiaron las primeras misas de este templo católico.
La cruz que está cubierta por una
garita de madera se levantó en este lugar porque desde el barrio Todos Santos
comenzó el poblamiento español, y una de las primeras acciones que hacía un
poblador de América era construir y levantar una cruz.
Otras cruces
Posteriormente, entre los siglos XVI
y XVIII se registraron evidencias de la existencia de la cruz en el barrio San
Sebastián y después en el de San Blas, que fueron barrios indígenas que
delimitaban la ciudad y lo que se conoce hoy como El Sagrario fue el centro de
Cuenca y el lugar donde vivían los nobles de la ciudad.
La cruz de San Sebastián que indicaba
la salida al oeste de la ciudad, está levantada al costado derecho del atrio de
la iglesia del barrio que lleva el mismo nombre. La primera cruz que se levantó
en este lugar fue construida entre los siglos XVI y XVII y fue destruida por un
tanquero que se accidentó contra el principal símbolo de los católicos, pero
posteriormente en el año 1987 se erigió una cruz de mármol en reemplazo de la
primera.
Al otro extremo, en la parte oriental
se encuentra la cruz de San Blas que está pegada a la pared de la Casa de la
Provincia, que antiguamente fue el convento del Buen Pastor, una escuela para
niñas y durante 34 años la cárcel de mujeres.
Al frente de la cruz de San Blas,
está la iglesia que lleva el mismo nombre y que también fue construida en forma
de una cruz latina que está formada por tres naves principales y otras dos
secundarias que corresponden al brazo horizontal de la cruz.
Emblemáticas
En 1888 se construye a orillas del
Tomebamba y mirando hacia el Ejido la cruz del Calvario, mejor conocida como la
cruz de El Vado, que en la época de la colonia fue levantada como una de los
tres pedestales de la justicia, conocidos antiguamente como los Rollos.
Según Ricardo Márquez Tapia, el lunes
santo 12 de abril de 1557, se funda la ciudad de Cuenca con una acción solemne
en el parque Calderón, en donde se alzaron los pedestales de la justicia, la
bandera de España y la Cruz en símbolo del trono del Salvador Jesucristo.
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En 1888 se construye a orillas del
Tomebamba y mirando hacia el Ejido la cruz del Vado
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Posteriormente, los Rollos fueron
trasladados al Vecino, San Sebastián y a orillas del Tomebamba, donde
antiguamente se ajusticiaban a los criminales que eran castigados frente a la
cruz, como símbolo de la salvación de su alma.
Así la cruz del Vado no sólo
presenció las crecientes del río Tomebamba, la destrucción de puentes, casas,
sino la muerte de varias personas que agonizaron frente a la cruz y que fueron
arrastradas por la furia del río que divide a la ciudad.
Olvido
Tras la puerta de la casa parroquial
de San Alfonso, está una pequeña cruz que fue construida en el año 1716 en la
hacienda de los padres agustinos en la parroquia de Tarqui y que fue denominada
como la cruz del humilladero.
“Los pecadores públicos se
arrodillaban a esta cruz que estaba en la entrada de la capilla, pedían perdón,
hacían penitencias, se arrepentían y luego ingresaban a la capilla”, dice el
vicario parroquial de San Alfonso, Manuel Rivera, quien además asegura que esta
es una de las cruces más antiguas y olvidadas de la ciudad que reposa desde la
década de los 70 en la casa parroquial.
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La cruz del humilladero construida en el año 1716 |
Como la Cruz del humilladero hay
otras más que se levantan por toda la ciudad, en las esquinas de las casas, en
las cimas de las montañas, en las riberas de los ríos e incluso varias cuelgan
en los pechos de hombres y mujeres que ven en la cruz un elemento para la
salvación.
Huasipichanas
Pero no todo lo que gira alrededor de
la cruz es sinónimo de tristeza, ni arrepentimiento o esperanza, la cruz
también es símbolo de alegría y aglomeramiento, fiesta, música y baile.
Alrededor de las cruces se agradecía
todos los favores concedidos con una serie de juegos típicos como el palo
encebado, los ensacados, las ollas encantadas, los carros de madera, la limpia
de la casa nueva…
Es que la puesta de la cruz en la
casa nueva, para que al diablo ni se le ocurra entrar, ameritaba una buena huasipichana
que ponía a bailar y tomar a los dueños, invitados y compadres que desde el
techo de la casa lanzaban los capillos a los invitados que desesperados
aparaban las monedas.
En algunos barrios como en el Vado,
estas tradiciones se mantienen porque como dice el vadeño Manuel Barrera, a la
patrona del barrio siempre hay que venerarla con alegría para que cuide a los
fieles.
Pero estas tradiciones se reemplazan
por otras, se olvidan con el tiempo, como se olvidan las cruces que forman
parte de nuestra historia.
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La puesta de la cruz en las casas nuevas se realizaban con la tradicional Huasipichana, donde no faltaba la música, el trago y los capillos |
Especial para Diario El Tiempo
Fotos de Franklin Minchala
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