El
nuevo heredero del sombrero
En un taller con olor a
azufre y con más de mil sombreros que se encuentran pendiendo del techo y
colgados en las anchas paredes de adobe de la casa patrimonial, ubicada en la
calle Tarqui, trabaja don Manuel Valencia, un artesano de estatura pequeña y
piel oscura de setenta y tres años de edad.
Aprendió el oficio de
hormar sombreros cuando apenas tenía ocho años: “la pobreza me obligó a escoger
este oficio, aunque no me haya gustado esta profesión, la necesidad me hizo trabajar
en esto”, expresó Manuel Valencia, mientras daba forma a un sombrero de paño.
Valencia se inició como
ayudante de Luis Vélez y más tarde como uno de los operarios de Miguel Pulla,
padre de Alberto Pulla, “los operarios de don Alberto se ausentaron, entonces
fue a pedirle ayuda al papá para que le preste a un oficial, en aquel tiempo yo
venía a trabajar con él las mañanas y las tardes regresaba donde el papá, un día don Alberto me propuso trabajar con él
y yo acepte, en ese entonces yo tenía quince años y desde esa edad hasta ahora,
sigo trabajando aquí”, recordó Valencia con una sonrisa y con un profundo sentimiento
como llegó a trabajar a la conocida Casa del Sombrero, en donde perfeccionó su
técnica con la ayuda de su maestro, amigo y compadre Alberto Pulla, un ilustre
artesano e imagen turística de Cuenca, quien falleció hace dos años diez meses.
Manuel Valencia a más
de trabajar con Alberto fue también su traductor por más de 31 años, pues Pulla
padecía de cáncer a las cuerdas vocales por lo que perdió la voz. La muerte de
su compadre afectó emocionalmente a Manuel, sin embargo él decidió seguir dando
forma a veinte sombreros diarios, regalar una sonrisa al visitante y trabajar
hasta que las fuerzas le permitan seguir adelante.
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